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26/08/2014: Atravesando Bulgaria

Nos despertamos tras un reparador sueno. Tantos días de camping se agradecía dormir en cama, no tener que montar y desmontar tiendas, etc.

Bajamos a desayunar y alucinamos con el desayuno. Pastel, tostadas, queso, embutido, zumos… De todo, y por 3€ más del precio de la habitación.

Sacamos las motos del lavadero-garaje y nos pusimos en ruta rumbo Sofia. No teníamos autonomía para mucho más de 100km y vi un cartel de Lukoil donde indicaba que había una a 50km.

Cuando me daba la impresión de que llevábamos ya más de esos 50km, pasé de largo una gasolinera muy cutre sin darme cuenta de que justo detrás había una con buena pinta. Al rato me paré y Noelia hizo lo mismo, no sabíamos dónde estaban Ricardo y Álvaro. Al cabo de unos minutos aparecieron, Álvaro había visto la gasolinera «buena» y paró a repostar. Yo ya andaba en reserva. Seguimos por la carretera con la esperanza de encontrar una gasolinera. No quise meterme en mitad de la ciudad de ?Y?»?µ?2?µ?1 (Pleven) así, por lo que finalmente busqué la gasolinera más cercana en los POI del GPS y seguí las indicaciones. Sólo había 2km, hicimos una pequena pista pero por fortuna la gasolinera estaba ahí. Mi autonomía, 4km, por los pelos!

 

Tras repostar y tomarnos una bebida energética continuamos por la carretera. Era impresionante la cantidad de prostitutas que había a los lados y bromeábamos diciendo que en caso de parar seguro que terminabas sin moto ni ropa…

Finalmente llegamos a Sofia, hacía bastante calor y buscamos un lugar donde dejar las motos ya que habíamos parado en zona azul y no estaba muy claro si se podía aparcar en la acera. Encontramos un lugar entre unas jardineras y metimos las motos en medio. Estábamos en pleno centro, delante de la Banca Nacional de Bulgaria (?‘NŠ?»?3?°N€N?o?° ?1?°N€?3?´?1?° ?±?°?1?o?°).

Caminamos hasta la Catedral de Alejandro Nevski, que estaba muy cerca y la visitamos. Es muy grande y el interior tiene pinturas por todas partes y unas bóvedas altísimas.

Seguimos caminando por el centro y como se iba acercando la hora de comer buscamos algún sitio. Vimos un restaurante al que se accedía por un pasillo que era un gran patio interior de un edificio. Nos gustó y nos sentamos. Pedimos rissotto en distintas variantes y probamos alguna cerveza nueva.

La comida resultó estar muy buena y el café también. Además pagamos el equivalente a no más de 4€ por cabeza… Qué más se puede pedir?

Tras la comida continuamos paseando, aprovechando a parar en un McDonald’s para tomar un helado y conectarnos a la Wifi, sentarnos en los parques, y como no, haciendo el tonto.

Salimos de Sofia entre un gran atasco. Encima la carretera por la que debíamos ir estaba cortada, intenté en tres ocasiones enlazarla más adelante y seguía cortada. Por fortuna, en un pueblo un senor nos explicó cómo hacerlo y con sus indicaciones y el GPS pudimos tomar la ruta correcta. Nuestro destino era la ciudad de ?šNŽNN‚?µ?1?´?¸?» (Kyustendil), la elegimos por ser muy próxima a la frontera con Macedonia, no estaba muy lejos, unos 90km, pero los últimos 15km resultaron muy pesados, por una carretera llena de baches y curvas y oscura como la boca del lobo. Por suerte llegamos a la ciudad sin incidentes.

Localizamos el lugar donde nos alojaríamos, llamado Salmina House, lo había encontrado en Booking, era una especie de hostel, muy barato (30€ los 4 en una misma habitación). Lo que no esperábamos era que la «recepción» fuera una extrana tienda de sombreros, pelucas y tétricas munecas.

Nos recibió una mujer mayor que sólo hablaba búlgaro y que pese a que yo le intentaba hacer entender que no me enteraba de nada de lo que me estaba contando, hablaba como una cotorra. Bromeé con Álvaro diciéndole que era la típica situación en que aparecía la nieta, que hablaba inglés y además estaba buena y acerté casi al 100% porque nos quedamos con las ganas de saber si la chica estaba buena o no, sólo hablé con ella por teléfono.

La abuelita, que parecía la duena de Piolín, nos abrió la puerta del jardín-terraza y con dificultad (Tuvimos que quitar las maletas para pasar por la puerta) metimos las motos dentro. La habitación, que estaba en la segunda planta de la casa era muy grande y tenía 6 camas, fregadero y cocina. El bano estaba fuera pero estábamos solos en esa planta.

Tras instalarnos salimos en busca de un lugar donde cenar. La ciudad era oscurísima y no se veía nada de movimiento. El único lugar que vimos animado resultó ser un hotel de 5 estrellas, donde seguramente nos hubieran echado nada más acercarnos a la puerta.

Al final terminamos yendo a un sitio que vi cuando nos acercábamos al hostel, tenía muy buena pinta y el camarero hablaba inglés con muchísimo acento, pero suficiente para entendernos.

Nos dejamos aconsejar por el camarero y cenamos la mar de bien, todo estaba delicioso.

Tras tan copiosa cena estuvimos hablando con un hombre en el restaurante que se quedó un poco alucinado con el viaje que habíamos hecho, pero la verdad es que lo que le sorprendió más que Noelia hubiera hecho el viaje con nosotros a todo lo demás. Le faltó decir «Vosotros tres habéis ido hasta Ucrania en moto? Menudos nenazas! Sin embargo ella es una valiente».

Regresamos al hostel y tras un rato de cachondeo por las curiosas sábanas nos acostamos.

 

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